domingo, 3 de junio de 2012

Sodomía (Espiritualidades escritas en el descanso para comer del trabajo en la restauración de un complejo religioso)



         Que conste que soy un tío educado, civilizado, un gentleman casi. Hago de esas cosas por que sé. Me podría poner a auto-psicoanalizar y cascarme una paja mental freudiana sobre el eros, el thanatos y el coño moreno; la fusión de ambos en algo que aúna dolor-placer (la teoría dice que duele un poco, yo soy sujeto activo, por lo que no puedo responder y dar fe) y satisfaga el anoréxico apetito (yo me conformo con eso para las pulsiones; de momento no me viene haciendo falta ni aquelarres sadomaso para uno ni volverme un serial killer para el otro) de mi yo paleolítico). Puede que todo sea más sencillo y se reduzca a que tengo el pito pequeño, o estrecho, o como se quiera ver y en esas el otro agujero se presta más que el oficial. Además que normalmente da la licencia para no contribuir al consumo del látex en el planeta. De todas formas por suerte, y tampoco sé porqué, últimamente se me dejan bastantes de ellas. ¡Abajo el remilgo! Volviendo a lo de mi pequeño, o no, amigo. No sabría yo que decir. Tengo la sana costumbre de no mirar por encima de los urinarios y el prono (único contexto en el que ver un pene no afecta a mi virilidad retrógrada heterosexual y al estereotipo social) no es un buen referente comparativo porque, pese al gonzo y al amateur, se suele exigir un nivel, Maribel, y unas condiciones. Releo esto último y no deja de sonarme como una excusa bastante penosa del que realmente la tiene pequeña. Pues bien, me declaro: la tengo pequeña.

         Ella había venido a pasar el fin de semana a casa. Con unas cosas y con otras yo había conseguido una habitación individual con una cama como una plaza de toros, espaciosa como para hacer bjj en ella sin salirte. Tenía una pega, como todo en esta vida, no tenía ropa adecuada y solamente dos edredones para cama pequeña me hacían el apaño. Pero bueno, el fin de semana, te todas formas había sido toledano, un no parar, un escapuyar a bravas y un trajín. Era domingo por la mañana, habíamos pegado el mañanero, cosas de la tradición. Después habíamos ido a comprar el desayuno al súper: bollería industrial y para mi tres cuartos de litro de la bebida energética local, para entonar, que (¡Bien lo sabe dios!) me hacía falta un arreón. Estábamos en el jardín no haciendo nada, sesteando al sol. La bebida energética comenzó a dar el pequeño subidón (los estimulantes me encantan desde siempre) y me dio por andarle por la junta. De por fuera del pantalón a por dentro y de por fuera de la casa a por dentro fue un trámite. Por no pilonear, que yo soy así de encantador, me tocó estar un rato de la hostia a mano. Tanto rato que se me agarrotó todo el brazo y me empezaban a dar pequeños calambres. Pero ya que estaba lanzado probé a darle un asalto a la retaguardia, movimiento envolvente pina y esas cosas y ella tan feliz con mi dedo índice señalando intestino arriba. Feliz como una perdiz le pregunté si me dejaba y que sí, y yo que qué de puta madre. Entonado procedí pero no abría y me tocó echar mano de lubricación de guerrilla: un bote de crema hidratante que ramblé a saber dios dónde y cuándo y que solía usar, con propósitos menos mundanos, para cuando el puto sol me quemaba, que es a los cinco minutos. Pues bien, le unté el agujerillo con él metiendo algo de masa para dentro. Gracias a la industria del cine experimental para adultos pude hacerlo en apenas un par de segundos. Y detrás que fue el amigo. Ahora si que si.

         Durante el empuje y esas cosas me pasó algo que me dio algo de grimilla (manda cojones a un tío que está entrando por donde otro ser humano caga). Y es que creo que con la colita toque hueso, supongo que por lecciones de anatomía previas rabadilla y tal. Acabé pronto, tampoco me puedo alargar mucho en detalles porque no hubo para qué. La saque y todo se llenó de un asqueroso olor a caca. Busqué un pañuelo de papel en la mesita de noche y me limpié la mezcla de semen, crema hidratante y heces marrón verdoso. Ella se fue a su casa al par de horas en un autobús. ¿Cuándo la volvería a ver?

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