domingo, 17 de junio de 2012

Perdona a tu pueblo señor II



         El grotesco trío disfrazado precedía la imagen, un cristo, “del socorro” por más señas. Imagen adorada por una fe endogámica. Se trataba de una talla anatómicamente desproporcionada. En una restauración bastante reciente se había descubierto que en realidad era un “apaño” chapucero con torso y piernas cada uno de su padre y de su madre. Quizá por eso, aunque lo mas seguro es que fuera por ostentación hortera, a la imagen le cubría las vergüenzas una tela morada que, envolviendo unas piernas largas de mujer y con el fetichismo de unos zapatos de tacón, hubiera resultado una minifalda pasable, pero en el contexto en que se encontraba daba al cristo la apariencia de un gitano a medio travestir. Por ultimo, añadir que, colgando del cuello de este desmontable de la fe al que el pueblo adoraba y como prueba del relumbrón de una de aquellas beatas que lo donara, había la redundancia de un crucifijo pendiendo de una cadena (en apariencia de oro, aunque no pondría la mano en el fuego por la autenticidad del metal) que se balanceaba con el trajín cinético del cambio de costaleros.

         Finalmente, cerrando la comitiva, los hombres. Tipos cuya máxima expresión de elegancia era lucir un jersey sin muchas bolas (señal de poco uso), quitarse la boina (por lo normal harapienta, sucia, con agujeros remendados y sin la pequeña muestra de virilidad que para la prenda suponía el apéndice superior) y el hecho de no llevar tirantes (complemento o necesidad impuesta solo a aquellos cuyo grado de obesidad era tan obsceno que les impedía vestir cinturón). Hombres miserables, de todas las edades, del mismo perfil rural todos ellos, analfabetos. Gentes medio alcoholizadas por licores fabricados por ellos mismos, personas capaces de la mayor brutalidad. Hombres, en fin, que iban a misa, afeitándose antes, por supuesto, signo de higiene; en los días importantes del calendario y en los entierros porque, como ellos mismos decían, hasta los animales alguna vez descansan y el ir a misa los diferenciaba de las bestias.

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