domingo, 25 de marzo de 2012

La imaginaria de David el Gnomo I



         El puto David El Gnomo pasaba mil de de todo. Era un cabrón, un mal jefe, un sudas y un ñapa; pero lo mejor de todo es que lo había petado. El muy hijoputa se paseaba con su gorrilla de visera como un jodido marqués sabiendo que todo lo que montaba le salía porque era un espabilado y un ladrón. Que había que verle con que ansia preguntaba por las míseras cuatro perras que sacaba del cepillo. Pero se lo había montado bien, si señor. Entre ponte bien y estate quieta se había sacado de la manga un hotel de medio lujo, un chiringuito para mochileros soplapollas y dos mini chalecitos a las afueras del pueblo (cuando yo estuve, uno todavía a medio hacer). Los currelas se los pagaban entre patrocinadores, estado, UE,… Y para mulas de carga contaba con los voluntarios, una forma de esclavitud primer mundista, o de devotio ibérica, basada en el postureo. Yo en aquella época era voluntario, y gilipollas también, aunque esto último no sé muy bien si sigo siéndolo. La cosa es que David el Gnomo tenía en medio usufructo, medio restauración, una especie de convento a medio arreglar. Pero eso no le importaba una mierda a la hora de tenerlo abierto, o al menos partes de el, e intentarle sacar los ojos a los turistas endilgándoles de todo: camisetas diez euros, postales un euros, libros de propaganda de oficina de turismo de tres a diez y seis euros. Eso y el cepillo, una caja de madera muy a tono en medio de la capilla más alta (en ruinas), principal atracción del chiringuito. Y en la puta capilla medio derruida, con las paredes con más rotos que el copón, un frío de la hostia y cero electricidad, de mayo a septiembre todos los días y el resto del año solo fines de semana y festivos, tenía que cumplir de cuartelero (en realidad y como servicio era más un cuatelero que una imaginaria) uno de los voluntarios. Y allí estaba yo, sentado en una silla, con el Tupper de ensalada de patatas ya muerto en la mochila, habiendo recibido la visita de cuatro personas, por parejas, que no habían consumido. Quedándome dormido.

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