domingo, 18 de marzo de 2012

Rutitas y putitas II



         En el camino no se veía, como es natural, una puta mierda. La trocha estaba con todo el suelo suelto y tenía que ir andando como en campaña con la cara a una escasa cuarta del culete de la rubia. El del plan iba en cabeza con la otra y el gabacho en medio, como los putos jueves, jodiendo fútbol como está mandado. Llegamos a un laguito de montaña y pegamos la primera parada. La gente se tumbó en la hierba y empezó a mirar las estrellas con mucha profundidad y mucho coco, como los malos toreros. Yo solamente sé del jodido firmamento como encontrar la mierda de la estrellita polar, que para pegarme todo el moco fue más que suficiente.

         Segunda etapa, subimos por un desmonte esquivando ramas de los pinos hasta una cruz en todo lo alto con su cristo, sus velas, sus bancos de madera y todas las mierdas. Allí otra vuelta Maricarmen a las vistas del lugar, a lo divino, a lo humano y al coño moreno. En el para abajo fue cuando el organizador se destapó como un autentico dios del futbol. Sugerencia: apagar las linternas e ir a oscuras. Yo, que soy bastante silvano en mis instintos (y las más de las veces también en mi comportamiento). Iba bastante apañado, tranquilito, tentando bien con los pies. Pero la sueca rubia, no la monjita, andaba toda cagada de bajar por lo que (caballero que es uno buscando el romper la barrera de la distancia física) le ofrecí la manita y la puntita por si se quería agarrar. Ella al principio que nones, que las mujeres de hoy en día son independientes de huevos. Después ya que si que la manita y al final agarrada a mi entero. De lo cual me puse berraco como un chivo viejo y pensaba para mis adentros: “como me arree un brote la voy a poner contra un matojo y del viaje que la voy a meter se van a asustar hasta los putos mochuelos de los árboles”. Y en eso me pasé el viaje hasta la tercera estación (Cristo cae por primera vez), en controlar el hostión testosterónico y en sobarme un poco la sardina (moqueante ya) en guerrilla y con silenciador vía bolsillo del pantalón de trabajo.

         Volvimos a parar, esta vez en un prado y el profesional sacó del morral, muy bucólico, pan con queso, y agua de una fuente cerca. La gente comió, yo no que ya estaba aviado, y volvió a hablarse de lo divino y lo humano. Cuando se retomó camino las líneas estaban rotas y no pude volver a engancharme, una pena ¡Si señor!

        Y se acabó el paseillo, al llegar hicieron un fuego en el jardín y alrededor nos bebimos una copa de vino cada uno hablando de dramas familiares y cuadros variopintos que no está bien soltar ante desconocidos por algo que se llama decoro. En fin, la noche se echaba y se tocó luces fuera. Ellas tiraron para su hotel, hostal, pensión… y el killer se ganó los galones metiendo la acompañada in extremis. Yo me bloqueé y el gabacho también, cosas que pasan. El otro regresó de amanecida y yo me pasé una semana pensando pornohistorietas de lo que podía haber sido y nunca fue.

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