domingo, 11 de marzo de 2012

Rutitas y putitas I



         Lo de las dos suecas fue una obra maestra de la filigrana, el buen hacer, el gustarse a uno mismo y la genialidad, aunque del botín a mi me tocase pan con poyas (creo que es la primera vez que no intentaré ningún tipo de juego de palabras o coñita tras un “pan con poyas”). Yo estaba viendo un reality de talentos checo con jurado insultante y frikis al canto (tengo que encontrar el video del superpersonaje: la mujer marujona de magneto bailando una balada sovietica mientras se pega planchas de viaje de la época del tecno franquismo en un escote de poyo capón recién hervido y pelado), lo que ya es hacer para un miércoles por la noche a tomar por el culo en la tierra de drácula. Entonces apareció un modernote de esos súper bien con los que me tocaba convivir entonces (pudiendo comparar un cuartel y un amago de comuna hippie, me quedo con el primero por mucho que los segundos quieran arreglar el mundo. El mundo, queridos hijos de puta, se arregla cuando ves jodido al de al lado, o sin verle jodido, y le preguntas si puedes echarle una mano; no pintando mierdas, componiendo canciones y tocando la guitarra acústica, mamarrachos, que eso es lo que sois, putos mamarrachos) e invitó al personal a una marcha senderista nocturna. En la tele, un viejales se creía tenor y se reían se él porque dijo en apenas cinco minutos unas cien veces ano (que significa “sí”, si llegan a saber que en español es ojal de despiporran todas por la pata abajo), me acabó de decidir a darme el paseillo (digo la vuelta por el monte, no meterme un meterme un cebollazo en la sien por las cunetas del lugar). En la puerta resultó, para sorpresón-sorpresón, que venían dos suecas with us. Bueno, lo de sueco hembra lo supe cuando las vi, que el inglés no distingue y por lo que me dijeron, se me podría haber aparecido Erik el Rojo (si es que es sueco, que yo con saberme la vida del Cid tengo bastante). Una de las dos sí que era pedigrí: amarillita y blanca, alta, con los mofletes coloradotes, pero la otra parecía una medio monjita de Cuenca (por poner) de lo que he deducido ahora mismo, que soy un lince que las caza al vuelo, que la pelleja podía tener más de español que yo. También apareció un francés, que jodió las matemáticas y lo convirtió un poco en un chiste: “un francés, un eslovaco, dos suecas y un español se suben al monte en plena noche…“ (como comienzo, siempre me gustó más “un cura, un rabino, dos putas y un mono…”). Y tiramos monte arriba, como las cabritas, beeee...


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