domingo, 9 de noviembre de 2014

Nothing else matters I



            Hoy ha sido la primera vez en mi vida que he estado a punto de darle una moneda a un mendigo. Normalmente creo demasiado en el dinero, lo valoro tanto, tengo tan poco y me han adiestrado tan concienzudamente en el vínculo sagrado que se crea entre ambos (la pasta y servidor) al tener que arrancarle al mundo cada poco de él que consigo; que, directamente, paso. Paso de ellos como de la mierda y como de una mierda (matices semánticos). Ahora sé, por haber expresado en público este sentimiento, que caigo mal y que la ética de manada me repudia como malvado. ¡Anda y a tomar por el culo! Como que todos aquellos que salvan las ballenitas (y demás causas perdidas) no esquivan/ignoran a los pordioseros, con la mirada impersonalmente perdida en el infinito, cuando se los topan. ¡No cuela! Que la calderilla menor (o, magnánimamente, alguna moneda de las más pequeñas entre las de color dorado) acabe en una palma mugrienta para transconsustanciarse en vino de tetrabrik – piedra base, o caiga en un vaso de plástico y financie palacios gitanos en una república excomunista ahora también parte de la Unión Europea, o decida cara o cruz en el forro aterciopelado rojo del estuche de un instrumento musical para ser un honrado salario sin cotización social…  bueno, por todo esto no unge automáticamente al samaritano como “¡BUENO!” (léase esta palabra en monumentales letras de neón celeste sobre el inabarcable firmamento), por mucho que lo adobe con retórica domando y solidaridad papier maché.

            Yo lo reconozco, primer paso del vicioso compulsivo a la hora de superar su mal, prefiero guardarme mi pasta y pulírmela en cosas para mi. No tengo nada en contra de los mendigos, sean del tipo que sean, como tampoco tengo nada contra las garrapatas, los lémures de Madagascar o las estrellas de mar amputadas en proceso de autoregeneración. Por la pervivencia de ninguno de ellos contribuyo. Entonces ¿Porqué expresarlo respecto a los primeros (recordemos, nuestros amados pedigüeños) es diferente a hacerlo de los demás? A quien no le gueste, fien sencillo, que no mire, ponga mi parte para la utopía social que estoy abortando con mi egoísmo monetario, o lo que le salga de los huevos. ¡Me la pela! No creo en la mendicidad como labor, ni como recurso, y nunca les he dado (daré) una puta perra. Aunque hoy casi pasa.

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