Hoy ha sido la primera vez en mi
vida que he estado a punto de darle una moneda a un mendigo. Normalmente creo
demasiado en el dinero, lo valoro tanto, tengo tan poco y me han adiestrado tan
concienzudamente en el vínculo sagrado que se crea entre ambos (la pasta y
servidor) al tener que arrancarle al mundo cada poco de él que consigo; que,
directamente, paso. Paso de ellos como de la mierda y como de una mierda
(matices semánticos). Ahora sé, por haber expresado en público este sentimiento,
que caigo mal y que la ética de manada me repudia como malvado. ¡Anda y a tomar
por el culo! Como que todos aquellos que salvan las ballenitas (y demás causas
perdidas) no esquivan/ignoran a los pordioseros, con la mirada impersonalmente
perdida en el infinito, cuando se los topan. ¡No cuela! Que la calderilla menor
(o, magnánimamente, alguna moneda de las más pequeñas entre las de color
dorado) acabe en una palma mugrienta para transconsustanciarse en vino de
tetrabrik – piedra base, o caiga en un vaso de plástico y financie palacios
gitanos en una república excomunista ahora también parte de la Unión Europea, o
decida cara o cruz en el forro aterciopelado rojo del estuche de un instrumento
musical para ser un honrado salario sin cotización social… bueno, por todo esto no unge automáticamente
al samaritano como “¡BUENO!” (léase esta palabra en monumentales letras de neón
celeste sobre el inabarcable firmamento), por mucho que lo adobe con retórica
domando y solidaridad papier maché.
Yo lo reconozco, primer paso del
vicioso compulsivo a la hora de superar su mal, prefiero guardarme mi pasta y
pulírmela en cosas para mi. No tengo nada en contra de los mendigos, sean del
tipo que sean, como tampoco tengo nada contra las garrapatas, los lémures de Madagascar
o las estrellas de mar amputadas en proceso de autoregeneración. Por la
pervivencia de ninguno de ellos contribuyo. Entonces ¿Porqué expresarlo
respecto a los primeros (recordemos, nuestros amados pedigüeños) es diferente a
hacerlo de los demás? A quien no le gueste, fien sencillo, que no mire, ponga
mi parte para la utopía social que estoy abortando con mi egoísmo monetario, o
lo que le salga de los huevos. ¡Me la pela! No creo en la mendicidad como
labor, ni como recurso, y nunca les he dado (daré) una puta perra. Aunque hoy
casi pasa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario