domingo, 23 de septiembre de 2012

Fugas I

 
         Supongo que estaba aburrido, también puede que un poco pedo. Nos lo encontramos en frente de un corral que dedicaba a todo: almacén de herramientas y aperos, perrera, cochera, taller, factoría casera de vino y aguardiente. De las virtudes de su vino artesanal y ese aguardiente milagrosa (en el pueblo se había usado tradicionalmente como remedio para todo y desayuno, aunque fuese capaz de arrasar un esófago metálico y tumbar a un hombre de bigote en cara y pelo en huevo al cuarto de litro), que algunas veces combinaba cuando el primero no le quedaba fino y había que cortarlo. Eso es arte de traficante, alguien que corta su mercancía para hacerla más psicotrópica. ¡Ole! Lo de los espirituosos lo menciono porque puede que fuese una excelente causa y origen de su estado. Estado que no era tan calamitoso ni desarrapado y aun le permitía, dentro de la pequeña euforia, dedicarse a trabajos chorras y de Perogrullo como quitarle la pintura reseca y beige a un cubo dándole golpes con una rasqueta.

         Nosotros íbamos a uno de nuestros huertos con el perro, a sacar al bicho para que se aliviase, desfogase un poco e hiciese hambre antes de echarle las dos latas (una lata de atún vacía puede ser tan buena medida métrica como otra cualquiera) del pienso y dejarlo acostado. También para ver si había algún tomate decente que traerse para casa y colgarlo en la despensa. Es muy penoso la libertad y fascinación de cultivar tus propias porquerías. No lo parece pero esclaviza, te hace comer siempre lo mismo estacionalmente para no tirarlo (¡Qué sería una lástima!), y mata cosas como la autoestima del valor de tus horas-trabajo o la deliciosa decadencia de elegir sin más esfuerzo un par de piezas baratas en el supermercado. Con el amigo compartíamos que su perra y nuestro perro habían copulado y tenido crías. Engendros en ese momento gordos, marrones, achatados y con un trauma génico o mestizaje que para que. Nosotros nos paramos por eso, por ver la descendencia, después la conversación derivó sola. Al pasar por la puerta del corral nuestro chucho se alargó a mover el vientre, el amigo nos sintió y nos llamó. En parte era saludo de los pueblos, esos que se pueden despachar con un gruñido. Pero como he dicho al principio: Supongo que estaba aburrido.

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