domingo, 22 de julio de 2012

Voluntario II



        Vuelvo y entreno a lo trena, para que un chiquillo no me hostie en mi nueva descubierta pasión, el muai thay. Flexiones, abdominales, sentadillas. Necesito una virgen de Guadalupe por toda mi espalda y algún trece para dar ambientillo, pero por lo demás lo mismo. Y el invento va furrulanto, la segunda abdominal ya está aquí y tengo el pecho como un choto. De la tercera no me pronuncio, que sigue missing in action. Me ducho con agua fría, por relajar. A continuación me bebo un té negro que probablemente sea negro por el montón de mierda que tiene dentro, mierda como los cojones negros de mi alma negra. Es el de oferta y no descartaría que le hubiesen añadido de aderezo sustancia de cenicero. Pero me estoy convirtiendo en un moderno aloe vera y a lo mejor, si es verdad lo que rezan las leyendas urbanas del te, me ayude a hacer pipí y no retener líquidos en mi buche. Que de cosas…

        Me cocino la cena y la comida de mañana, que casualmente se parecen mucho: espaguetis con tomate y bacon para uno y espaguetis con aceite, vinagre y huevo cocido para el todo. ¡Viva Esparta! Después me tumbo en la cama y enciendo el ordenador. Suelo estar ahí, cada noche, como un paralítico. Haciendo nada. Cargando videos pornos que se ven mal. Viendo tonterías. Culturizándome con las extravagancias de la Wikipedia. Y por supuesto en todo ese tiempo mantengo las redes sociales abiertas. Por si alguien me dice algo, por si puedo tener un ratito de intersección humana.

        Y ahí estoy cuando me llega el mail. Me esperanzaba porque era solicitar información para una plaza como voluntario en Dinamarca. Algo que pintaba muy bien en un sitio civilizado haciendo algo de puta madre. Ser profesor auxiliar de español en el país de las vikingas, enseñando a adolescentes. ¡El puto rocknroll!

        En el mail me felicitan por mi decisión y por se una buena persona que pretende arreglar el mundo y trabajar desinteresadamente. No hace referencia a mis verdaderos motivos: sobrevivir, no volver, huir, estar en un sitio que no me atará… no sé, el romanticismo nómada del gitano, la desesperanza por la patria, el pasar sin que nadie te vea dejando cosas atrás con las que no tendrás que volver a relacionarte. Viene con unos cuantos adjuntos donde hablan de todo. Me pongo con ellos.

        El primero me arrea en toda la jeta, me estampa una mano que es un martillo sobre la sien y destroza la ilusión gilipollas de una semana y la esperanza. Resulta que el precio de irme a trabajar por la jeta a cambio de cama, comida y quince mil de las antiguas en un lugar dónde con eso no tienes ni para pipas es de cinco mil doscientos napos. Se supone que para gastos de gestión etc… (caros papeles, los harán con ribete de oro o la misma tinta con la que el puto San Juan escribió el Apocalipsis). Por lo que estoy haciendo en el momento me dan dos treinta al mes. Ni siquiera trabajando todo el año, ahorrándolo todo, sin comer (porque la mayoría de eso se va en mi manduca) podría permitírmelo. Una vez más no tengo ni dónde caerme muerto. Pero soy tan subnormal que en un momento determinado me planteo como conseguirlo. Como poder hacer que se cumpla eso. Me agarro al sueño en el último instante de entereza, mientras el dolor estalla por mis vísceras y me voy de rodillas al suelo boqueando como un pez. La parte racional, que también tengo que tener algo de eso, me dice que es un puto cuento chino, que por ese precio ni estudiar fuera y que pagar ese dinero (aun viéndolo como una inversión) para no sacar nada en claro es lo que es. Apago el ordenador y me intento dormir. Mientras me ablando entrando en las fases y esas cosas me rindo. Duermo mal, agitado. Por la mañana me toca recomponer, apretar los dientes y, un poquito más asqueado, ponerme a buscar otra vez (otra vez para nada).

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