domingo, 21 de agosto de 2011

Las llagas II

 
         Me concentro para acabar. Me viene a la cabeza su prima, a la que conocí ayer y nos acogió en la casa parental (ausentes) de su novio. Dieciséis años de polígono, barrio bajo y cajera del súper. Faltas de ortografía cada vez que abría la boca para interrogarme. Todos los clichés del extrarradio, pretensión de casticismo envolviendo miseria. Es igual que su prima, con la que está prácticamente hermanada a raíz de una tragedia cutre, doméstica. Aunque es más mona, quizá por ser más joven. Quien sabe lo que el tiempo, las drogas y los embarazos le permitan mantener esto.

         Vuelvo a ver su culo, maravilloso, redondo, ostensiblemente duro bajo el pijama. Le quedaba pequeño, el pijama, no el culo, evidentemente. Las rayas horizontales multicolores de la tela se ondulaban sobre la superficie tersa de la piel. Me imagino lo que hubiese sido tumbarla boca abajo; bajarle el pijama y el tanga (me lo supongo negro, no sé muy bien porqué) justo por debajo de la nalga; salivarme la polla escupiéndola tipo “tabaco de mascar” y metérsela atrás. Sodomirarla fuerte, con embestidas poderosas, tirándola del pelo grasiento y abrasado por el tinte barato, agarrar su cuello, sin apretar mucho, o bueno, apretando algo, cargando todo el peso del cuerpo en cada sacudida (como los puñetazos de los boxeadores) aunque me estallase el frenillo, dolorosa espada de Damocles de los no circuncidados. El hecho de pensar en todo esto, en la dureza, estrechez, presión... incluso en el mal olor del ano de su prima me hacen, por fin, eyacular. Nada espectacular, nada épico, pero me sirve para salir al paso. ¿Soy un pequeño sátiro? A estas alturas…

         Mientras va a por ese trapo, o toalla, o lo que quiera que sea húmedo que siempre me trae en estos casos, me vuelvo a frustrar por todo lo que ha pasado, por lo que ha pasado y por lo que no. No lo puedo explicar bien pero me pone triste su negativa a felarme. Triste, creo que ese es el sentimiento. En el fondo es una metáfora de su escasa implicación en todo lo que tuviese que ver conmigo. Recuerdo su disposición absoluta el día que nos conocimos y cómo se ha ido diluyendo. Quizá lo que más triste me ponga sea el hambre y el sueño. Desde la comida del viernes todo lo que he ingerido ha sido un cuarto de pizza congelada de ultramarinos asiático y un croissant con algo de jamón al medio. En cuanto al sueño, ayer apenas dos horas en una cama de mierda, infantil, diminuta, y hoy, aunque la cama es mejor (bueno, solamente más grande), tiene pinta de seguir el mismo camino. Estas circunstancias de carestía suelen deprimirme y ahora no es una excepción. También puede ser que parte de la pulsión destructiva hacia ella que vengo cultivando se halla derramado junto a mi semen. Aunque me siga pareciendo una lela, pretenciosa lela, como corresponde, como es, ha sido y será, la violencia se me disuelve, se me muda en desencanto. La pequeña depresión es transitoria.

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