domingo, 14 de agosto de 2011

Las llagas I


     
            ¡Estoy cabreado! ¡La hostia si estoy cabreado!

          - Házmelo un poco con la boca...

        - Ya te lo he dicho, que no puedo, que luego me salen llagas ¡No te pongas “pesao”!

       Puta mierda de noche, bueno, de noche y de fin de semana. La petarda de los cojones está teniendo el pleno. Aunque la culpa es mía, por supuesto, que soy un imbécil. Si desde el principio todo apuntaba mal, qué coño me haría pensar que iban a ser un par de días maravillosos. Todo son pérdidas. Y mañana, dentro de unas horas, cuando esté en el autobús o en casa, me haya repuesto un poco del hambre y del sueño y me ponga a pensar fríamente en todo, especialmente en el dinero, que la gracia de venir a este sainete me ha salido por un pico (en términos absolutos quizá no del todo pero en términos porcentuales es una crisis como dios manda), va a ser peor. Una cosa me consuela al menos, y es que pronto, lo más tardar pasado mañana, me va a estar dando por el culo con el “perdóname, yo no sabía, no quería...” la jodida tarada, que eso es lo que es, una tarada. Estoy seguro de esto porque sé hasta los huevos que se ha tragado toda la mierda que le he vendido en dos meses, hasta hoy, incluso hoy. Se debe pensar que soy un memo, que soy como ella en realidad es y no lo sabe y que, como le he dicho unas cuantas veces “te quiero” en ese paripé que hemos tenido desde que esta tarde le diera por despacharme, voy a estar ahí para los restos, esperando a que me saque a jugar Copa del Rey. ¡Cretina! Que mire mi puta cara, mi puta estampa. Soy Champions. Quizá Champions de primera ronda, guerrilla y catenaccio, pero Champions de todos modos. Por eso veo perfectamente cómo van a ser los próximos días: ella me dará la tabarra con lo de perdóname y tal, yo le pediré un par de días para pensar todo y, una vez pasen, la despediré con un mail educadísimo, frío, casi burocrático. Eso le hará darse cuenta de todo mi fútbol italiano, del humo que ha sido todo. Entonces la muy payasa me llamará, entre otras perlas, cabrón. Una psicópata más al fin y al cabo. Funcionan, funcionáis, todas igual.

        “Quiero que te corras…” y lo dice en plan femme fatale, para que me dé morbo, me llene de furor de testosterona y descargue lo que ella piensa que es cosecha de los tres días que hemos pasado de “ejercicio espiritual”. Como si fuese tan fácil eyacular cuando la paja que te están perpetrando hace que la idea de pasar el perineo por una lijadora orbital resulte tentadora. Quiere que me corra y apenas contribuye. Porque, efectivamente, su nula exhuberancia, mínima sensualidad, necias prácticas puritanas, siesas, mal aprendidas y peor ejecutadas, no bastan. Hoy no puedo entrar en ninguno de sus agujeros. Visto lo visto, mi falo debe vestir zapatillas deportivas y los puertas no le dejan divertirse. Nos besamos cada dos por tres, cosa a la que me está obligando la supervivencia. Me está masturbando a modo de compensación mezquina, pero nada más. No se acaba de dar cuenta de que, hasta cierto punto, joder está sobrevalorado. Las putas follan pero no besan. Esta puta va al revés.

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