domingo, 17 de octubre de 2010

Omnia vulnerant II


        Quizá esté haciendo mucho, e innecesario, drama por un desconocido difunto, especialmente si se considera que ni chicha ni limoná. Puedo justificarme en que estadísticamente, si fuese un enfermo enganchado de los que cuenta con varios cientos de amigos en lista, uno menos no sería, en realidad, nada. Pero estadísticamente soy un enfermo enganchado asocial que solamente tiene treinta y cuatro, con tres sugerencias de. Este tío, además, es el segundo que cae. Parezco la jodida viuda negra de la red social. Debo decir que al primero lo conocía un poco más. De cuando en cuando nos escribíamos un “¡Ey! ¿Cómo te trata la vida?” y me afectó un poco más, no lo suficiente para la lagrimita y el mocarro, pero sí para la tarde huraña e introspectiva de examen de conciencia escrupulosa. Aquello fue algo que no sorprendió a nadie, el colega la llevaba cantando unos buenos cinco años con vicios, fauna infecciosa, malnutrición… Era duro y aguanto como un toro, pero como dicen en el cine fantástico de los ochenta “¡Solo puede quedar uno!” (por supuesto espero ser yo). Del de hoy, o ayer, o incluso antes, que no tengo muy clara la hora por la temperatura del hígado, todo apunta a piña con el coche, la peste negra del XXI. Su último post en vida fue de hace apenas diez días. En él quedaba para dentro de un mes con otro tío para celebrar algo. Si uno tiene pensado morirse no hace planes ni deja cosas pendientes. Supongo que no esperaría cascar antes. Lo del coche me lo he sacado de la manga, cierto. Puede ser ficción literaria, pero es una hipótesis más probable que ser víctima de un ajuste de cuentas por parte de un sindicato criminal ruso por un tema de impagos de material bélico del bloque. Además en fin de semana. Está nadando en un estanque, tiene plumas y pico, hace “cua-cua” ¿Qué coño va a ser? ¡Hostias, pato! Lo seguro es que ha sido muerte repentina e inesperada, máximo trauma. Lo siento por su gente, de veras.

        Ahora bien, una red social me parece un lugar muy mierda para oficios de difuntos. Hay mucho postizo, mucha bobada, mucho que no sabe ni de dónde le pega el aire. Por ejemplo las chorradas al tío este. Más comentarios que en su cumpleaños. Todos con lo mismo, fotocopias unos de otros que solo se diferencian en defectillos de la máquina impresos en el mensaje. El que lo conociera de verdad, yo no, esto es solo un ejercicio teórico, debería estar jodido y triste, no escribiendo pamplinas mientras sube fotos, comparte videos y abre aplicaciones de tedio-pantallazo en las que le leen la mano o le regalan en un platito de postre las heces espirituales de cualquier sabio manido en dosis de diez palabras unidad. Serán las modas, pero la frontera entre lo sublime y lo grotesco suele tener boquetes por los que pasa de todo. Así, ahora mismo,  como muestra de la miseria que es morirse en internet, en la izquierda de la pantalla de mi página de inicio, en esa pequeña sección de publicidad encubierta en sugerencias del servidor, aparece el nombre de un rockerillo famosote. Uno de esos que mete verborrea por poesía y una imagen de marca posturera completamente estereotipada. Bajo el nombre del rockerillo y al lado de la foto de la portada del disco que intenta colocarme, campa la frasee “A (nombre de mi recién fallecido amigo) le gusta esto”. Pido perdón por mi humor negro pero me hace gracia, una gracia y una risa grosera y sórdida. Sorry, querido rockerillo, pero a este tío ya no le gustas. A estas alturas de la vida, la muerte, la existencia y la transcendencia, ni le gusta ni le deja de gustar nada. Surrealismo cotidiano. D.E.P.


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