viernes, 9 de enero de 2015

Movimiento obrero I



            Este relato es una mierda. Estrictamente, incluso una puta mierda. Y lo es por muchas razones. Una de ellas es que su esencia, la idea miserable que lo impregna y que debe transmitir, está más trillada que el copón. La puedes encontrar, y mucho mejor expuesta que aquí, en “Perfect day” de Lou Reed, por ejemplo. Así te llevará menos tiempo, será menos coñazo y disfrutarás de una buena y auténtica manifestación artística. El resumen (antes de que empieces te destripo el meollo), simple: “you just keep me hanging on”; solo eso.

            La fábrica procesa fruta. Selecciona y empaqueta en cajas manzanas rojas, manzanas verdes, manzanas grandes, pequeñas, manzanas soleadas y golpeadas, algunas (pocas) impolutas, capaces de tentar a la madre primigenia o sembrar la discordia entre las diosas más perras del olimpo… por standards alfabéticos que nadie entiende. Todo esto suena más especial que la realidad.

            La sangre de la maquinaria, los pobres desgraciados que, una por una, observadas y volteabas, las palpa a gusto del futurible consumidor, son más cercanos a la idea de que con cada manzana cogida, un pedacito del alma desaparece para siempre. No es épico, no es bonito, no es poético. ¡Coño, es una fábrica! Y aunque entre una mina galesa del siglo diecinueve y esto existan “sutiles diferencias”, sigue siendo un lugar que se nutre de la vida de la gente. El jodido Lenin seguro que tendría una  teoría al respecto. Hasta, puede, que una solución.

            A unos tres cuartos de hora del descanso para el desayuno (cuarenta minutos, ni uno más y, si tercia, alguno menos), el panoli se apoya contra  la placa metálica de la cinta transportadora entrando en el vacío y la nausea humana. Lo bueno es que ha automatizado los movimientos. Los va clavando rítmicamente, marcando el paso, a lo galera, con cada par de manzanas introducidas en los envoltorios plásticos. Eso facilita la evasión mental. Por dentro se queda sin nada, como un sumidero tragándose la pila de agua sucia entera. Lo malo es que la animalización, la ataraxia, están ya cerquita. Se embrutece imperceptiblemente mientras canturrea un estribillo mugriento que lo sostiene físicamente.

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