domingo, 20 de febrero de 2011

El día que Cantona dijo que sacáramos el dinero del banco I





        De esto ya se acordará el Tato pero yo lo hice ¡Qué coño! Porque me salió de los cojones, por hacer explotar el sistema y porque lo sugirió él. Él seguro que lo dijo por mantener su estatus, su leyenda de chico malo, de tío duro que se atreve con todo. Me la pela. Y es que jugó con el Marsella (lo he leído en la Wikipedia) y eso es una medalla, una insignia que se lleva bien cosida en el pecho del uniforme de gala, gran gala… Además el asunto tenía una ironía poética, un recochineo, un karma… ¡Lo tenía todo! Supongo que a nadie se le escapa lo mágico que es ver reventarse publicitariamente (publicitariamente viral, que está más de moda) un forúnculo infectado del capitalismo. Uno de sus hijos mimados haciendo calaveradas. Una pornostar del panteón del fútbol que, después de años de llevárselo calentito, fiscalizar raro y adquirir todos los bienes posibles del kitch paleto de los nuevos riquísimos (incluyendo esas vaginas supermodélicas rodeadas de buena silicona en las que, por mucho que le joda a mi síndrome de Stendhal, yo nunca estaré); se rodea la chaqueta, reniega de todo y se lanza a la revolución, o como se diga en su gabacho natal (no lo sé, limitaciones académicas tenemos todos). Que siempre fueron allí arriba muy dados a dar mascletadas, aunque no sirvan para nada, no sirviesen en su tiempo y se quedasen de oropel y espumillón para la paja de los libros de texto de historia universal. Y es que Éric, cielo, yo te entiendo mejor que nadie. Tiene que ser jodido intentar gripar la máquina que te sacó del arrabal, te enfundó una elástica, después un traje de diseño, te montó en un súper deportivo (no sé cual elegiste, o cuales. Yo, en tu lugar, me lo hubiese pedido inglés), te llevó al parque a jugar con los niños guapos y te meció al son del “arrorró-arrorró”. Por eso te hice caso y te obedecí a ojo cerrado. El día que decidiste me planté en el banco y retiré todo mi dinero.

         De verdad que todo esto, para mi, fue una revelación, casi una mesianada. Y eso que me enteré tarde, a los días de colgar el video, cuando ya se había pasado todo el ortigueo mediático entre los tertulianos estereotipos que vagan ladrando por las teles del lugar. Me llegó el rumor, te busqué y te vi subtitulado mientras se me acababa de cargar (en otra pestaña) un video de un ruso y un brasileño intentándose dar cera- pulir cera, retorcerse el pescuezo, o lo que fuera, mutuamente, en un octágono de mallazo. Siempre he sido de gustos deportivos un tanto romanos imperiales. Pero volviendo a lo tuyo, me convenció. Porque antes de verlo yo dudaba como hacer para conseguir vivir en una Somalia blanca (porque Somalia, queridos anarquistas míos, es la verdad de lo que buscáis y proponéis, la destrucción del poder como forma, la libertad e igualdad del individuo en la medida que sepa utilizar un Kalashnikov, que en el fondo es lo que nos pasa cuando nos pasamos el mínimo contrato social por las pelotas llenas de rastas). No es que me guste lo que tengo, ni las alternativas que el establishment me propone en pajitas mentales, democráticas, muy finas y muy disimuladas, muy políticamente correctas; y que no tenga ganas de mandar todo a tomar por el culete porque no dejo de ser un perro lleno de parásitos y enfermedades dérmicas sea mi amo uno u otro. Puestos a perder, en la partida me viene quedando lo puesto y doblarme está jodido con el crupier cebando a los amiguetes. Lo digo en serio, sin ningún tipo de coña. El problema es que no soy tan tondo de pensar que la luna está hecha de requesón de pollas (gracias por la frase, Irvine Welsh). Lo tuyo, pegapatadas mío, en mis circunstancias y esas cosas, cuadraba perfecto. Mejor que ir a una manifestación a lapidar guindillas y lunas de cadenas de ropa para hacer las rebajas. Eso o apuntarme a alguna mierda, comuna, asociación, partido, ONG,.. y asistir a las reuniones con colegas “buenrrollistas” afines para fumar un par de jornales mínimos interprofesionales de esos porros que siempre me levantaron migraña mientras navegamos en portátiles de trescientas mil poniendo a caldo todo lo que se menee que no piense, y actúe, como yo diga (lo de la intolerancia de los tolerantes debe ser algo como lo de quien vigila a la policía ¿No? Pregunto. Es que es algo que me viene grande). Se me ocurren más ejemplos pero me alargo. Yo te hice caso a ti, Éric Cantona. ¡Ojala hubiésemos sido más! O no. La verdad es que me trae por culo.

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