domingo, 17 de noviembre de 2013

Camposanto I



            Muy solemne,  muy serio y también reposado, acentuado todo esto por la capa de nieve y su blanco silencioso, virgen. Luce inmaculado y digno, estaremos de acuerdo en eso. Pero la perra realidad es que hace un frío de tres  pares de cojones. Un rasca algo macabro, por el lugar principalmente, que subraya cruces, lápidas y verjas negras de forja. Frío que quema las flores ya bastante mustias desde el día de difuntos en que emperifollaron el chiringuito la horda de familiares de siempre con sus incorporaciones y bajas anuales en la plantilla.

El plano necesitaría un buen punto final, la filigrana, el detalle: un grajo oscuro y siniestro en el extremo de alguna de las ramas del árbol descarnado y sarmentoso tras el banco. Un magnifico pajarraco graznando con eco y el cuento gótico podría tirar desde ahí tan ricamente. No lo hay. No quedaban. Estarán por ahí volando bajo y afirmando refranes. Hoy nunca mejor dicho, porque hace un rasca que para qué. Ya lo dijimos.

            El establecimiento es de postín. Se deduce por el relumbrón de las sepulturas espaciosas, dignas, con jardín y toda la pesca. Eso si una tumba es susceptible de considerarse digna y catalogarse en categorías de mayor o menor esplendor. Especialmente desde el punto de vista del usuario, al que a esas alturas de la película quizá le dé lo mismo ocho que ochenta y hoyo en el suelo con cal espolvoreada encima que mármoles, caobas y sedas. Muerto quedas en ambos supuestos. Ya que estamos metidos en refranes, y adaptando ese de mal gusto en el que se peen todas las personalidades como cualquier hijo de vecino: la diña el rey, la diña el Papa y sin diñarla nadie se pasa. Y fiambre quedas, además permanentemente, no para un ratito, te guste o no y te pongas como te pongas. ¡Que sabiduría tan barata y de Perogrullo! ¿No? Mejor me dejo de retóricas porque me pierdo en ellas y así no vamos a ninguna parte.

            Con la nevada, aunque sobre los cipreses esté claro el cielo y se caldee el ambiente paulatinamente derritiéndose despacito, no hay quien pare. Los inquilinos no necesitan una mantita por encima, o un brasero para los pies en una mesa camilla. Esos el frío lo llevan dentro y, en algunos, es todo lo que queda de ellos, frío. Eso es lo que pienso remolón y agarrotado. Debo encontrar una pala en el almacén, trastero y cueva de Alí Babá del camposanto y con ella despejar de nieve por lo menos las entradas y lo que pueda de las avenidas principales del recinto. Ordenes son órdenes, aunque a servidor le parezcan bastante peregrinas y traídas por los pelos.

No hay comentarios: