Ella se había
pedido un brandy ¡Con un par! El bar cedió al detalle y se lo puso en una copa
chata ¡Menos mal! Personalmente, me hubiese esperado del lugar un vaso de tubo
y su par de hielos o uno cutre de chupitos ¿Cómo les dio por ahí? Ni zorra. Ella,
que tenía cuajo de sobra, le metió al líquido un meneo y, tan pichi, se echó
para adentro un trago. Hizo algo de coco, como un mal torero, pero lo aguantó
bastante bien. Supongo que la bebida no sería muy allá. No tengo ni papa de
estas cosas pero ni el precio de la consumición ni el lugar daban para el lujo
de algo bueno. A ella el trago le alegró la lengua y se puso a hablar
frenéticamente. No la hice mucho caso, pero ante el fuego por saturación (y por
hacer un poco el gamba con la copa) me acabé la cerveza y me pedí uno. El
primer trago me supo a infierno, la falta de costumbre. Una vez que pasó me
quedó un poso calido en el pecho cojonudo. Ella seguía hablando, yo moviendo el
líquido y bebiendo. ¡Hay sitios peores en el mundo para estar!
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