domingo, 3 de febrero de 2013

El curso de limpieza (clase) III



            Va un cuartito de hora de retraso para comenzar. Todos aguardan a la puerta del colegio. Bueno, todos no, la yonki no ha aparecido y otro  está missing in action también (pero eran dos bajas previsibles). Unos, los que gustan de eso, fuman el primer pitillo del día. La profesora entre ellos. ¡Que adicción, por dios, hija, con lo temprano que es! A las seis de la tarde debe ser un éxtasis besarte y degustar lo que has cocido en la chimenea desde este primero. Los que no acompañan en el humo buscan las rendijas del solecito entre los edificios, pero dándole la espalda, no la cara, para no constiparse. Mantienen una cháchara de infinidad de temas huecos. Si hubiese más del genero masculino posiblemente los ámbitos de conversación se limitarían drasticamente y uno de ellos (socorrido como el solo y que cunde indefinida y atávicamente) sería, inevitablemente, el fútbol. La profesora se mira el móvil ¡Coño que tarde! Vamos, mis queridos proyectos de limpiadores, que hay tarea para hoy.

            Durante un rato copian remolones los diferentes tipos de suelos, las dificultades específicas que presentan y su resistencia a los detergentes. Es el rato más concentrado, cuando están frescos y obedientes. Pero como la gran mayoría jamás practicó el ejercicio intelectual, flaquean pronto y se vuelven revoltosos. Entonces se fuerza el ritmo para llegar a algún punto y no cortar el apunte a medias. Después la maestra levanta la cabeza, resopla por lo bajini y concede otra pausa para cigarrito. Nunca lo reconocerá, pero ella tiene más ganas que nadie. De nuevo en la entrada transcurren veinte minutos. Ahora critican despiadadamente a la “toxi” porque es de tener mucha cara dura que te concedan un curso y luego pases de él como de la mierda robándole la plaza (y lo que ya es el colmo de la ausencia de vergüenza, los trescientos mensuales) a otra persona, en este caso un suplente. Una cincuentona encabeza la cruzada porque un sobrino se le quedó en el banquillo. Los alumnos intentan, perezosos y remolones, alargar la molicie. Las tablas docentes funcionan como recurso para amansar a las fieras. Tranquilidad, que ahora vamos a hacer un test súper sencillo, para que el sobresaliente general os motive, de lo que hemos visto por grupos. En una descripción más fidedigna lo llamarían matar segundos hasta el recreo. Y eso es lo que hacen. Los grupos son el coño de la bernarda. Entre escribir las preguntas, responderlas, debatirlas, corregirlas y repetición a cámara lenta de las jugadas polémicas, nos ha dado media mañana. ¡A tomar café! ¡O por culo! Que cada uno elija lo que más le despabile… el personal se divide en dos grupos, por edades, y cada cual se marcha a un bar diferente.

            Cuando toca el arduo retorno ya no están para nada. Esforzándose como titanes escamotean media hora de trabajo a regañadientes. Llevan a cabo otra actividad. Por último firman el papel de registro, se cambian el uniforme en los lavabos, “hasta mañana si dios quiere” y salen bastante antes de lo establecido. Horrora Butrón camina por las aceras hasta la pensión a vueltas, como todos los días al salir del cole, con la frase hecha: “mira que bien y que pronto, le dijo la tonta al tonto”.
           

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