Quedan unos veinte minutos para que
arranque el primer domingo de agosto que significará el cumpleaños de esta
mierda, concretamente cinco (por el culo te la hinco). Que escriba esto ahora,
a apenas unas horas de su publicación, confirma la improvisación y chapuza que
imperan por aquí. Como tampoco es que probablemente lo lea nadie, no es mi
mayor preocupación el esmerarme más. Bastante hago con sobreponerme a la
llamada de la desidia, que cada semana me susurra al oído que mande esta basura
a tomar por el culo definitivamente. Algo, quizás la rutina mecánica, termina
venciendo siempre y entretanto el blog sobrevive a su real y media manta. Que
dure lo que sea. Nació con la vocación del entretenimiento miserable en base a
su gratuidad. Ahora, a sus cinco años (edad en la que los mocosos se vuelven
dignos merecedores de un par de hostias o, esta alternativa para los más
extremos, un par de viajes con objeto contuso y atajar definitivamente el
problema) las circunstancias han cambiado: parasitar Internet se complica, los
relatos decaen agónicamente hasta la infamia escrita y la vergüenza ajena, o
simplemente ya me he vuelto tan cínico y amargado (cinco años dan para mucho,
especialmente en lo que se refiere a volverse peor persona) y no me entretengo
con esta pequeña cadena atada al tobillo cada domingo (obligándome a pensar el
escaso centenar de palabras y la fotografía semanal). Cosas de la dura vida del
creador o de la sufrida actividad de quien caga (acciones ambas tan próximas).
Pero bueno, esos valores
bienintencionados que todos los días debo confrontar con la vida real para su
derrota a manos de esta; me refiero a aquellos en los que me crié (estupendas
armas heredadas para defenderme en el mundo cabrón…) aseguran que en la
tenacidad está el éxito, tarde o temprano (si, por los cojones…). Además,
aquellos escritos que jamás me premian en los concursos literarios a los que
engancho los jirones de mi esperanza (joder, que moñas estoy hoy. Será por la
hora, o la onomástica…) tienen derecho a ver la luz en alguna parte. Y como los
de mi generación ya se dedican a arrojar irresponsablemente morralla al mundo
(los unos hijos de los que no se ocupan, los otros malas representaciones “artísticas”),
no seré menos. Resumiendo. Bienvenido a un año más, amado no-lector. Espero
contar contigo para la pervivencia arrastrada del engendro hasta que Dios, o
algún demonio, tengan a bien reclamarlo a su seno, por fin.
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