La secretaria debía estar hecha a
todo y no sería la primera ocasión en que se le presentaban semejantes alardes
de ingenio. Se quitó al melón como bien pudo, que fue sugiriéndole que esperase
a alguno de los profesores, y socios de la empresa, que lo podrían orientar
mejor en sus tribulaciones. Por suerte el profesor entró en escena (deus ex
machina) prácticamente al segundo de mencionado. El aspirante repitió sus
quitas preocupaciones y el profesor, ni
corto ni perezoso, pensando en la tabla de balances de la sociedad mercantil a
fin de mes y en como se vería afectada un poquito a mejor con el precio de la
matricula del botarate (amén de que el éxito o fracaso del palomo no alteraba
los números más allá de eso), lo endilgó a la sala de ordenadores a hacer test
y que lo cogiera con saña, que el calendario se echaba encima ¡Con dos cojones!
El pollino pasó a la habitación
donde yo continuaba, sin concentrarme un carajo, dale que te pego a mis propias
disyuntivas, cuestiones y temarios. Obedeciendo los decálogos primarios de la
comunicación no verbal para simios, me enfrasqué profunda y fijamente en la
pantalla para que el imbécil, al que por sus conversaciones adivinaba (y luego
dios no castiga dos veces) sociable, no me diese la barrila. Pues no, fue salir
de toriles y enfilarme, darme una mano sudada y meterme un interrogatorio
completo sobre mis exámenes y preparaciones. La zarpa no me quedaron más huevos
que aceptarla y cortésmente le dí ánimos en sus empeños y propósitos de bombero
retirado. Concluí mi test y, como mi clase empezaba, me largué a tomar por saco
abandonándolo en su primer peldaño y arreón al permiso de conducir.
Al día siguiente, volviendo a
esperar por mi lección cotidiana y comentando de palique la jugada con las
eróticas gafitas de la secretaria y lo que detrás llevaban, me contó la
chiquilla que el mico, detalle que pasé por alto, apestaba a alacena de que
soso curados. era, según ella, capaz de liquidar con la peste un roble
grandecito. Tanto que cuando chapó el aula informática donde se encerrase el
animal hubo de ventilarla un buen rato. Al paisano ni entonces ni más tarde se
le volvió a oler por esos pagos. Si aprobó, o se presentó siquiera, son cosas
que quedarán el el misterio y la penumbra. Haceos una idea aproximada de las
alternativas. No es tan complicado, coño. Hay gente para todo.
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