Horrora Butrón, nuestra querida
Horrora Butrón, se levanta un buen día
de la cama, tarde por supuesto que el sueño es una terapia de belleza,
antivejez y una fantástica costumbre. Se da de bruces con una carta del
servicio público de empleo autonómico. ¿No sería más acertado llamarlo de
desempleo teniendo en cuenta que trata a desempleados? En fin, cosas de la
semántica, sus misterios y sus dogmas. En ella, se le notifica que ha sido
preseleccionada para un curso de limpieza profesional subvencionado por la
diputación con el que se pretende reinsertarla. Antes de seguir más adelante,
se debe aclarar que Aurelio Memelo es oficialmente un parado más. De hecho, es
uno de larga duración, de larguísima duración, de salto de mata y patrocinio
social a veces. Aurelio Memelo y Horrora Butrón, ya lo hemos explicado en
previas aventuras, son dos personas fiscales y artísticas diferentes, la
segunda incluso no existe para el derecho civil, mercantil, económico, procesal
y hasta canónico. Lo que hace todas las noches con su arte, que está muy mal pagado
y peor sindicado (tiene un convenio lamentable e unipersonal que solamente le
atañe, como trabajadora, a ella) es ilegal, sin cotización y en B. pero no nos
vamos a tirar de los pelos porque la pobrecita haga estas pequeñas fullerías
con todos (más que “con”, “a”, porque el mantra dice que el fisco somos todos,
de la proporción de cada uno en ese total no se especifica). Ya estamos
acostumbrados, ¿O no? A esos pecadillos veniales de la gente. Aurelio Memelo no
es, ni por mucho, un capeón en esta materia del desfalco y la trampa y así lo
han citado para la preselección de un curso de limpieza. La teoría dice que ese
curso con diploma, firmado al final y clases teorico-practicas, hará que
adquiera una formación especcifica para acceder sobradamente preparado al mundo
laboral de la limpieza profesional de superficies y mobiliarios (pomposo nombre
del curso). Un mundo, casi una panacea, lleno de oportunidades, de puestos
vacantes, falto de intrusismo y de ñapa y olé. Aurelio Memelo sabe, que además
de una línea más en el currículum y los trescientos que le van a dar cada uno
del par de meses que dura, no va a sacar una caca.
Y hablando de currículums, esa hoja
con sus datos personales, una foto y poco más; el que se enterase del curso y
solicitase formar parte viene relacionado. Durante todo el mes pasado Horrora
butrón debió acudir, y lo hizo muy limpia, vestida y arreglada para no perder
la antigüedad, semanalmente a una cita con un asesor de búsqueda de
trabajo, un entrenador del lumpen. Allí
la educaron en las nociones básicas de cómo encontrar tan preciado tesoro, usar
la red para optimizar la búsqueda y posibilidades, la hicieron un currículum
con formato europeo (que ahora estaba, impreso y olvidado, por ahí), la
enseñaron a superar con éxito una entrevista (¿De la tele? No, de una empresa)
y se la orientó en la cantidad de oferta de formación pública, gratuita y
becada (de tener una beca, no del pájaro) que por el mundo pasea esperando,
cual Rumi de perfil bajo y acera, que al quien se beneficie de ella o se la
beneficien. Tanto monta… ese día, el de la formación y como mejorarla hasta lo
superlativo y más allá le hablaron del curso y se apunto. Si la llamaban sería
una mañana pudiendo matar la mañana y cincuenta mil por mes cuando se lo
pagasen. Un pellizquito, muy pequeño, que amarga menos que una leche y es más
difícil de encontrar que ésta. Por intentarlo. De lo que no dijo ni mu la
funcionaria, porque funcionaria era su monitora, muy moderna, muy como debe
ser, muy igualdad y autoestima (soniquete de la moto institucional) y con mucha
prisa todas las veces por empezar con el descanso del mediodía; era que el
curre, aquí, para otro, que en la Eritrea que nos tocó al nace res más útil
tener un cuñado que una carrera, que en el puesto para el que iba a aprender
antes contratarían para desgravar a cualquier miembro de cualquier colectivo en
el que nunca estás y que te vas a tener que partir la cara siempre con gente
más joven, más preparada, más guapa y
más todo por los mismos puestos de mierda. La base de la pirámide alimenticia
del trabajo (en la cual, al menos en este país, la cima la ocupan los
necrófagos, los gusanos de los cadáveres y las alimañas. No los súper
depredadores. Darwin, explícate eso). No se lo dijo, no. A ella no la pagaban
para eso. Ya había justificado el sueldo y no cobraba por objetivos cumplidos.
Además, Santa rita, rita, rita, a ella no la podía echar nadie. Y no hacia
falta que lo dijera. Todo eso, que era la puta verdad, Horrora Butrón ya lo
traía sabido de casa.
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