Así se edifican las conversaciones por compromiso. En otro contexto me
preguntaría dónde se ha montado el profeta esas ideas y teorías. De buenas y de
risas, incluso me haría gracia cómo busca ladinamente impresionar al oyente
incauto con su cultura, su sabiduría y su inteligencia utilizando razones muy
traídas por los pelos, encontradas a trompicones por Internet, cuna de
eminencias. Pero hoy no es día. Por eso pacientemente me pierdo entre sus
argumentos mientras miro alrededor que tal está el entorno, quien aparece, qué
hacen y me vacío la mollera todo lo posible para no desmoronarme delante de la
concurrencia. Habrá ocasión con más intimidad.
A lo mejor está en lo cierto el cenutrio en la parrafada que me ha
radiado. A lo mejor no. Eso no lo entro a considerar porque, honestamente, no
seguí la continuidad y lógica de su perorata. No estoy enfadado de la soberana
tontería de tema. Hablar con él, o que el me hable machacón como una gramola,
me fuerza a la concentración, me distrae de lo otro. Hoy, aun sin venir a
cuento lo de los quarks y que no sea por formas lo que el más purista exigiría
de la ocasión, no es lo peor que alguien ha soltado.
En mitad de la noche, al muy poco de que sucediese y cuando estaba más
descarnado y reciente, el debate más apasionado que se trató fue si el jamón
para ser más él mismo obliga de ir acompañado de pan o, por el contrario, se
basta solito y el pan es una corrupción de su toque genuino y cañí. Dos de los
que estaban, a los que evidentemente el asunto principal les preocupaba un
carajo, lo compartían con los demás animando a participar en el coloquio.
Hubo otro, más sinvergüenza o más hijo de puta, que ni corto ni perezoso
se recostó en su esquina del sofá y al instante
roncaba como un desgraciado. Por eso las pajas mentales y metafísicas
del amigo, así como su afán por presumir de brillo intelectual, aunque le
sienten al momento como a una cabra un vestido de alta costura y unos tacones
de aguja, por lo menos son inofensivas. No son más adecuadas para una verbena
como la del jamón ni tampoco violan la solemnidad y el respeto debido como el
caradura que se echó a dormir. Son pavadas inocuas que el propio que las escupe
quizás lo haga para no dar vueltas a lo que todos, él, yo y los demás del
edificio, nos traemos entre manos.
Casi mejor no acordarme del cabrón ese cuando bufaba porque se me llevan
los demonios. ¿Tanto cuesta mantener una compostura elemental, coño? Nadie
fuerza a nadie a venir o a permanecer, pero si vienes o permaneces lo mínimo,
¡Lo mínimo!, es hacerlo como dios manda y no enseñarle a la humanidad que eres
un mal nacido dormilón y maleducado. Por desgracia alimañas así sobran. Aunque
procures aislarlos de tu vida siempre romperán un hueco en la verja por el que
colarse a patadas. Patadas como la que le hubiese aplicado al mamón en los
dientes cuando, disfrutando de la paz de su descanso, abría la boca ruidoso,
goteando saliva por las comisuras. Sé que él no siente esto, ni una pizca. Yo,
por el contrario, si. Yo, por el contrario también, cuando no lo he sentido,
tampoco dí cabezadas, ni siestas, ni el numerito. Si pica el sueño hay remedios
de abuela bien sencillitos, los de toda la vida: paseo, café o lavado de cara
en los servicios. Y a aguantar un poco más. Hoy por hoy ser un tío considerado
es de tontos. Está mal visto, no renta, y se aprovecha de uno las miríadas de
desalmados que pululan acechándote como marrajos. Mejor me olvido de ese
maricón porque me enciendo y no debo.
“- Eso sin meter en la ecuación el
otro continuo, el tiempo; que en esas proporciones nuestro cachito de materia
este dentro de una reacción de algún tipo en ese sistema mayor. No sé, algo del
tipo una descomunal combustión lentísima en la que toda nuestra historia, desde
que os suponemos el Big Bang hasta ahora, solamente sea, para ella, un
instante, una milésima de segundo. Lo que también, como antes, se puede mirar
hacia abajo. Imagina la creación, expansión, decadencia, muerte y olvido de
innumerables cosmos cada vez que el butano se transforma en llama cuando
prendemos un mechero. ¿Acojona, eh? ¿Acojona pensarlo?...”
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