Debería dar las gracias a la moral
americana nutrida de la ultra ortodoxia cristiana. También debería dar las
gracias al dominio que su industria cinematográfica ejerce sobre el mundo
entero. Por ultimo acordarme también de mis padres, que tuvieron la delicadeza
de amaestrarme para el ser y estar de aquella manera. Fueron muchos años de
todo eso, metiendo en mi cabecita que el bien triunfa siempre, que el mal tiene
su castigo y que no se puede (nadie se molestó en explicarme tampoco que poder,
lo que no se puede, es volar por uno mismo o respirar debajo del agua de manera
autónoma; el resto de cosas que no son como esas, se pueden ¡Vaya que si!) ser
sino honesto, honrado, recto. Y tiene guasa, porque no funciona. Para cuando te
das de morros con la vida, la parte cruda, es tarde y cuesta un Potosí primero
entenderlo y, después, cambiar.
Él era una mala persona, una de las
peores que he llegado a conocer en mi vida. He conocido gente estúpida, gente
malvada, gente mezquina, gente mentirosa, gente cobarde, gente infame, gente
maleducada, gente orgullosa de ser inculta… el problema del colega es que lo
tenía todo. Era un cúmulo, un crisol donde se habían fundido todas las malas
características que denigran el autorretrato favorecido que el ser humano se
lleva haciendo desde que pintó una estampa al primer héroe clásico. No me
extenderé en ejemplos, mejor reflejo de lo que el alma de uno lleva puesto,
porque daría para un novelón, una saga (que están de moda, aunque no sea de
vampiros ni heroínas del estrógeno) y no procede. Es lo dicho, era la peor
persona que había conocido, un desgraciado, un mierda. Si lo hubiese encontrado en un arrollo, en un
albañal, en la más profunda derrota, pagando por existir… no hubiese habido
ningún problema, pero es que yo me lo encontré petándolo. Vareaba plata, tenía
varías empresas, trincaba (con su genotipo no podía ser de otro modo) a
espuertas y se paseaba por la vida y la calle en sus coches (que no cuidaba
para nada y estaban de desguace), con su uniforme pantalón corto, camiseta apañada de la
empresa y gorra de mendigo. Era napoleón revisando tropas, era satisfacción,
presunción, era éxito. Los yuppies de cuando yo era un chiquillo gastaban
gomina y trajes a medida, ya no hacía falta ni eso. Ultimo dato, creía en dios,
lo que ya es creer en algo, y por eso se suponía (mucho suponer) mejor persona.
No se daba cuenta de que si el rol master realmente seguía las reglas que nos
decían que había decretado para la partida, a él le iba a ir muy mala. Pero es
una pavada, es el consuelo de justicia del que no se atreve a hacerla por si
mismo, la justicia o la injusticia. El se atrevía a lo segundo y, siendo lo
peor que se puede ser, le funcionaba a las mil maravillas.
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