Muy solemne, muy serio y también reposado, acentuado todo
esto por la capa de nieve y su blanco silencioso, virgen. Luce inmaculado y
digno, estaremos de acuerdo en eso. Pero la perra realidad es que hace un frío
de tres pares de cojones. Un rasca algo
macabro, por el lugar principalmente, que subraya cruces, lápidas y verjas
negras de forja. Frío que quema las flores ya bastante mustias desde el día de
difuntos en que emperifollaron el chiringuito la horda de familiares de siempre
con sus incorporaciones y bajas anuales en la plantilla.
El plano necesitaría un buen punto final, la filigrana, el detalle: un
grajo oscuro y siniestro en el extremo de alguna de las ramas del árbol
descarnado y sarmentoso tras el banco. Un magnifico pajarraco graznando con eco
y el cuento gótico podría tirar desde ahí tan ricamente. No lo hay. No
quedaban. Estarán por ahí volando bajo y afirmando refranes. Hoy nunca mejor
dicho, porque hace un rasca que para qué. Ya lo dijimos.
El establecimiento es de postín. Se
deduce por el relumbrón de las sepulturas espaciosas, dignas, con jardín y toda
la pesca. Eso si una tumba es susceptible de considerarse digna y catalogarse
en categorías de mayor o menor esplendor. Especialmente desde el punto de vista
del usuario, al que a esas alturas de la película quizá le dé lo mismo ocho que
ochenta y hoyo en el suelo con cal espolvoreada encima que mármoles, caobas y
sedas. Muerto quedas en ambos supuestos. Ya que estamos metidos en refranes, y
adaptando ese de mal gusto en el que se peen todas las personalidades como
cualquier hijo de vecino: la diña el rey, la diña el Papa y sin diñarla nadie
se pasa. Y fiambre quedas, además permanentemente, no para un ratito, te guste
o no y te pongas como te pongas. ¡Que sabiduría tan barata y de Perogrullo!
¿No? Mejor me dejo de retóricas porque me pierdo en ellas y así no vamos a
ninguna parte.
Con la nevada, aunque sobre los
cipreses esté claro el cielo y se caldee el ambiente paulatinamente
derritiéndose despacito, no hay quien pare. Los inquilinos no necesitan una
mantita por encima, o un brasero para los pies en una mesa camilla. Esos el
frío lo llevan dentro y, en algunos, es todo lo que queda de ellos, frío. Eso
es lo que pienso remolón y agarrotado. Debo encontrar una pala en el almacén,
trastero y cueva de Alí Babá del camposanto y con ella despejar de nieve por lo
menos las entradas y lo que pueda de las avenidas principales del recinto.
Ordenes son órdenes, aunque a servidor le parezcan bastante peregrinas y
traídas por los pelos.
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